viernes, 31 de diciembre de 2010

Inmerso en las profundidades de un mundo, más allá


El tiempo empieza a correr. Adecúo mis pasos al compás del reloj. Nuevamente me veo llevado a adentrarme en este mundo y dejar nuevas huellas en él. Pero esta visita difiere mucho de las anteriores. Mis pies avanzan con prisa, pero mis ojos se detienen a observar cada detalle de mi alrededor.
Esta vez cada movimiento realizado tiene un mismo sentido. Sólo un único objetivo me ha traído a este lugar y he de concretarlo antes de que sea demasiado tarde.
Cumplir significaría despedirme por última vez de este pequeño y a su vez inmenso universo que tantas veces he frecuentado. Una habitación cuyas paredes ceden ante cada paso, permitiendo apreciar o aborrecer todos los secretos que allí se encuentran ocultos. Conocido como la palma de mi mano, pero, de forma aterradora, cambiante.
He visto el parque paradisíaco, luminoso como ningún sitio en la Tierra. Allí reina un silencio armonioso. Una brisa juguetona describe figuras en el aire y en el bosque; divirtiéndose con su gracia para hacer cosquillas a los árboles y plantas que, para gozar de sus travesuras, quietos allí permanecen. Puede percibirse el aroma del agua del río que se precipita desde las montañas y fluye hasta llegar a un lago, del cual se nutre la riqueza de aquel bello y puro sitio.
Pero también he conocido su disfraz semejante al infierno mismo, donde no se hallan sino tormentos. No hay brizas, ni agua. Sólo puede sentirse un calor abrumador. Lenguas de fuego merodean por aquella tierra maldita. El repugnante hedor es sofocante. Al andar el dolor permite descubrir un suelo de brazas y cenizas que describe un sendero hacia un extenso lago de lava ardiente del que una vez allí, es imposible escapar.
Más perturbador aún es el manto del laberinto. Imposible es escapar de él. La oscuridad tiende trampas. Infinitos túneles y pasadizos de abren y cierran incansablemente. Si logras sobrevivir sólo podrás llegar a un lugar, a su corazón. Cuando allí te encuentras, ya nada puedes hacer por ti. Las murallas del laberinto se desvanecen y quedas suspendido en un vacío abismal. Toda luz del mundo se extingue y cualquier movimiento es realizado en vano.
Es por esto que debo completar mi misión. Debo hallar la llave que cierre para siempre el portal a este mundo. Como si se hubiera percatado de mi intención, ahora todo se muestra más confuso.
El fuego ha tomado el lugar de la briza y goza de su cruel tortura a todo ser viviente. El río y el lago se han secado y sobre ellos flota una negra bruma. Caer en el lago es caer en el abismo. Intentar huir es correr sobre el ardiente sendero que irrevocablemente guiará a la ansiosa lava.
Allí, danzando en el aire se encuentra la llave. Un brillo plateado que refleja un grabado en un idioma antiguo y desconocido para un simple humano de la Tierra. Mi tiempo se acaba, mi vida lo hará si al menos no intento salvarme. Un salto del que depende mi vida, pero al fin puedo ver una esperanza: la llave se encuentra en mi mano.
De pronto un brillo cegador brota del puño en el cual sostengo la llave. Palabras de una mujer comienzan a retumbar en mis oídos, al parecer resuenan por todo aquel lugar. Son aquellas palabras incomprensibles que pude ver en el reflejo de la llave. Pero de algún modo ahora sé qué significan. Una respuesta a todas mis preguntas que me llevaron en un principio a aquel mundo extraño.
Sin saber lo que hago me aferro a la llave, sólo ella puede rescatarme. Un viento comienza a soplar, acarreando todo lo que se interpone en su camino. El cielo truena. La llave adquiere una fuerza inexplicable y me lleva, lejos… Ella también quiere escapar.
Con ímpetu cierro la puerta y me apresuro a girar la llave dentro de aquella misteriosa cerradura. El portal se ha desvanecido y la llave se ha ido con él. Ya puedo suspirar.
Me he alejado para siempre de aquel universo que por tantos años fue mi única compañía, pero ha formado en mí algo que nunca se podrá olvidar.

Bianca Sancio

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