martes, 26 de abril de 2011

Presta oídos al guerrero


Dejaré en el campo de batalla esta armadura que por suficientes años me valió el título de invencible. No es ése el mérito que quiero, ni jamás lo quise. No actúo con imprudencia al exponer mi carne. Son mi cuerpo y mente quienes reclamarán sus puestos como sus protectores.
Avanzaré sin ocultar mi semblante y me enfrentaré al desafío de aceptar el verdadero dolor. No correré hacia mi muerte, pero no escaparé al enemigo y blandiré mi espada sin temer daño alguno. Pues si en mí hay valor, no se perderá como lo hará la armadura. Si he de demostrar coraje, no será detrás de un escondite.
La simple cáscara metálica se olvidará, aunque pudiera resistir al óxido. Y ¿quién recordará a un guerrero si lo que perdura es una imagen sin nombre ni rostro?
He aquí que me despojo de toda ayuda y expongo piel y sangre para el combate. No habrá mejor defensa que la que pueda proporcionarme a mí mismo. No habrá filo al que huya ni sombra que me atemorice.
Mayores son las fuerzas de mi cuerpo reunido y, créeme, que no aceptarán rendición. Temblarán y aprenderán los testigos al ver a un hombre luchar con el corazón.
 
 
Bianca Sancio

sábado, 23 de abril de 2011

Un cuerpo para el mar



Mis pies han llegado a la orilla.
Pero antes de dar el último paso he de mirar nuevamente al mar.
Mi vista se alza y mis ojos se tornan vidriosos
para saludar en su mismo lenguaje a aquella ola que viene y va.
Tan insegura y dando todo de sí carga una y otra vez,
cada vez más,
agua.
Para poder enfrentarse a la roca,
para poder derribar la escollera.
O al menos jugar con ella, pero ésta no acude a moverse.
Y la ola choca, y se despedaza.
Como yo también choco y me despedazo.
Y la ola se desarma y llega débil a la orilla.
Y aún así, en su costumbre de perder,
vuelve a buscar agua, para acercarse a la roca.
Disfraza su tamaño, encuentra para su disfraz un rugido.
Reviste su piel en una blanca armadura.
Para ver que contra la roca todo en vano ha sido.
Vine hoy a visitarte, sintiéndome el mar mismo.
Me uniré a la ola y luchará conmigo.
Seré el mar, donde no pasa el tiempo
pues la lucha es eterna para no caer en el abismo.
Me tornaré una simple ola, para mí tan distinguida
por su combate en la batalla,
cual humilde caballero.
En esta guerra interminable,
para acabar con uno mismo.
Y para sumir al resto en el orden más profundo.

Bianca Sancio

jueves, 31 de marzo de 2011

Reflexión del insano verdugo


Dueño de la tortura como ninguno. JAJAJAJAJA. Soy mi propio mutilador, y ¿quién disfruta como yo el sufrimiento?
Porque me he escogido como víctima, siendo también el victimario. El asesino de una vida inocente, con una sola intención.
¡Pero señores! ¡Éste no es lugar de sonrisas! Aquí quienes sueñan se lamentan por despertar y encontrarse vacíos. De sobra hay tiendas que engañan con pociones, pero no se puede beber la felicidad.
Cortar cabezas es buen negocio, tanta gente busca acabar con su tristeza. ¡Débiles, cobardes! Oh no, yo en esa no caigo.
JAJAJAJA. Bella hoja, conocido cuello. El filo acaricia la piel, ida y vuelta. Así se prepara el cuerpo agonizante cada vez que ve cómo la sombra de la guadaña se acerca a la de su cabeza. Y el golpe no llega, y no llegará. Porque éste verdugo no busca la muerte, sólo quiere acabar de pensar. ¡Como si su propia amenaza le sirviera!
Como si hablándole mi mente se fuera a callar…


Bianca Sancio

lunes, 28 de marzo de 2011

Sé tus pasos, pero no vivas en ellos (Recuerda tus pasos, mientras no te vuelvas ellos)


            Cristal aplastante que me contiene clavada al suelo y me obliga a disminuir la frecuencia de mi respiración, pues el aire que necesito escasea; pues pretendo un aire dorado y éste no logrará brillar si no penetra primero en el corazón de la oscuridad.
            Cada final del cristal es una amarra retorcida por dentro, que asfixia al velo que me baña por fuera. El bozal es clave para establecer una cautela prudente. Para someter al descontrol y reflejar sólo lo digno.
            Un mensaje borrado. ¿Por qué? Una letra perdida. Antes de quitarle todo el sentido a la oración, mejor dar lugar a las cadenas de acero.
            Pausado, detenido. Imposible frenar al tiempo. Y la loca en el rincón, privada de movimiento; a su vez negándole a su voluntad actuar. Y la del ceño fruncido y el puño en alto, congelada.
            La amiga de verde piensa, repitiendo su tranquilidad incorrecta. Porque a las tres y muchas les falta una letra, pero todas saben; con esmero aprendieron.
            En el bosque, la dama abre los ojos, y sus comisuras cuentan que no erró el camino. La mano de la vida se extiende, y recibe la dama su impulso. Hacia sus amigas avanza, que en ningún lugar existen. Hacia el frente sus ojos alza, y de sí renueva el magnífico sendero.


Bianca Sancio