sábado, 23 de abril de 2011

Un cuerpo para el mar



Mis pies han llegado a la orilla.
Pero antes de dar el último paso he de mirar nuevamente al mar.
Mi vista se alza y mis ojos se tornan vidriosos
para saludar en su mismo lenguaje a aquella ola que viene y va.
Tan insegura y dando todo de sí carga una y otra vez,
cada vez más,
agua.
Para poder enfrentarse a la roca,
para poder derribar la escollera.
O al menos jugar con ella, pero ésta no acude a moverse.
Y la ola choca, y se despedaza.
Como yo también choco y me despedazo.
Y la ola se desarma y llega débil a la orilla.
Y aún así, en su costumbre de perder,
vuelve a buscar agua, para acercarse a la roca.
Disfraza su tamaño, encuentra para su disfraz un rugido.
Reviste su piel en una blanca armadura.
Para ver que contra la roca todo en vano ha sido.
Vine hoy a visitarte, sintiéndome el mar mismo.
Me uniré a la ola y luchará conmigo.
Seré el mar, donde no pasa el tiempo
pues la lucha es eterna para no caer en el abismo.
Me tornaré una simple ola, para mí tan distinguida
por su combate en la batalla,
cual humilde caballero.
En esta guerra interminable,
para acabar con uno mismo.
Y para sumir al resto en el orden más profundo.

Bianca Sancio

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